Inicio Armando Diéguez La colonización de internet socava su espíritu libertario

La colonización de internet socava su espíritu libertario

Se suponía que el tejido social de internet debía ser abierto y libre, dos conceptos que están cediendo cada vez más, y de manera más veloz. El acoso persistente y dirigido de grandes compañías a un espacio que estaba llamado a ser democrático ha hecho que esos ideales sean más difíciles de materializar hoy en día. 

Plataformas como Facebook han alterado la conversación global, así como la manera en la que consumimos contenido, e incluso bienes y servicios. El abuso con base en nuestros datos está hoy en casi todas partes, y si no luchamos por un internet democrático e inclusivo, los usuarios y las empresas malintencionadas van a terminar de colonizar completamente la red. 

La verdad es que internet parece cada día más una propiedad exclusiva de las grandes empresas tecnológicas que de nosotros los usuarios. La ética, y eso lo ha probado Frances Haugen al filtrar miles de documentos internos que lo prueban, no es el faro que guía a las tecnológicas, en este caso concreto a Facebook. Su mira y único objetivo es y será siempre, lucrar con nuestra adicción.

No puedo más que coincidir con la profesora de comunicaciones Jessa Lingel, quien en su libro The Gentrification of the Internet, señala que cuando Facebook monopoliza toda la experiencia de alguien al estar en línea, su control no es solo tecnológico, sino también y sobre todo, social, cultural, y político. 

La profesora Lingel echa mano de una metáfora tomada del urbanismo, que también es muy común en los análisis de la configuración de las circunscripciones electorales en la ciencia política: la gentrificación. 

“En un barrio gentrificado” nos dice, “lo que suele pasar es que un número reducido de gente adinerada se muda a tu zona y desplaza a los residentes de siempre. Con el tiempo, ese barrio se vuelve menos diverso y más homogéneo en su oferta. Así está pasando con las comunidades online: se está expulsando la diversidad y otros puntos de vista”.

Si alguien se pregunta por qué predominan los mensajes de odio o cierto tipo de publicidad basada en un consumo excesivo, es preciso que sepa que en la web lo viral se confecciona apelando a los instintos más primarios del internauta. 

Los mensajes negativos se imponen porque evidentemente el algoritmo de la plataforma en cuestión identifica que esos contenidos generan una mayor visualización y más comentarios. El problema se da cuando ese bombardeo invisibiliza a las minorías o a los problemas reales de nuestro mundo que requieren de una solución inmediata. 

Si Facebook detecta, así sea por una sola vez, que has visto algo en particular, te dará más y más de lo mismo, y jamás podrás conocer la versión alternativa de una discusión o de una situación. Tu círculo se cierra y tus opiniones son sútilmente manipuladas por esta forma de mostrarte lo que ocurre en el mundo, sea intencionada o no. 

Yo solía pensar solo en Facebook en términos de monopolio en la red y abuso de los datos, para muestra las compras forzosas de Instagram y WhatsApp, dos servicios que tenían más que el potencial de competir de tú a tú con la plataforma. Me creía que un consejero delegado como Jack Dorsey era no solo distinto, sino disruptivo e interesante.

Dorsey ya ha dado un paso al costado en la dirección de Twitter, pero he descubierto que durante su época como líder, Twitter también incurrió en las mismas prácticas. En septiembre pasado, la Comisión Federal de Comercio de Estado Unidos publicó datos en los que aseguraba que tanto Microsoft, Apple, Google, Facebook, Amazon, y Twitter, realizaron más de 600 adquisiciones entre 2010 y 2019 que, por sus dimensiones, no entraron en el radar de los informes de competencia, pero que en última instancia sofocan la libertad en la web.

Para muchos, entes como el blockchain, la web3, o el mismo metaverso, son conceptos que representan todavía ese potencial inalcanzado de libertad, gracias a su descentralización y apertura. Ese aura se conservará así solo hasta que lleguen las empresas que como Meta quieran que su nombre sea sinónimo de ellos. 

Ya dijo el propio Mark Zuckerberg, palabras más palabras menos, que ellos quieren llegar primero y colonizar esa próxima frontera. De momento ya han empezado por secuestrar su nombre. 

 

Salir de la versión móvil