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Elon Musk, el hombre más rico del mundo, muy conocido por su carácter polémico e impulsivo, anunció el pasado mes de abril su intención de comprar la popular red social de microblogging, Twitter. La adquisición, que al parecer no terminará de concretarse, estaba pactada por una suma de $44 mil millones, y según sus propias palabras su intención era la de convertir a la red social en una empresa privada.
La compañía, que estaba a la espera de completar el acuerdo a finales de este año, necesitaba la aprobación formal de sus accionistas y de los organismos reguladores. Twitter afirmó que según la oferta inicial de Musk los accionistas recibirían 54,20 dólares en efectivo por cada acción.
Según la compañía, esa cifra era un 38% más alta que el precio de las acciones hasta el 1 de abril, el último día de cotización antes de que se revelara la participación de Musk en la operación. Como ya es sabido, si se hubiera hecho efectiva la compra de Twitter, la empresa hubiera salido del mercado de valores y así dejaría de ser una compañía pública, algo que es para muchos la esencia de la plataforma.
Las consecuencias de haber sacado a Twitter de la bolsa
Sacar una compañía pública de la bolsa es una operación que suele ser realizada por empresas debilitadas que buscan mejorar sus balances, pero en muchas ocasiones se lleva a cabo sin garantías de éxito.
Antes también era posible hacer esto a la inversa, ya que una empresa podía salir dos días a bolsa para recaudar fondos o permitir que sus fundadores, inversores clave y empleados vendieran sus acciones. Pero lo más común son las salidas periódicas de algunas empresas del mercado de valores para permitir su recuperación, antes de que eventualmente puedan regresar.
En el caso de Twitter, sin embargo, las intenciones de Musk no estaban del todo claras. El magnate ha mencionado varias veces su deseo de defender la libertad de expresión, por ejemplo, modificando algunas funcionalidades de la red social en ese sentido, pero hasta el momento no había presentado ninguna estrategia en el plano económico. Aún así, es posible aventurar dos consecuencias si Twitter hubiese abandonado la cotización:
Habría menos presión
Al salir del mercado de valores, una empresa ya no está sujeta a las presiones tradicionales de los accionistas y del público en general, quienes tienden a imponer muchas restricciones a la gerencia, además de que les impiden en ocasiones asignar efectivamente su capital.
Una empresa que cotiza en la bolsa debe tratar con accionistas sensibles a la diversidad, así como al entorno o la escala salarial. Una sociedad anónima, sin embargo, se preocupa principalmente por el aspecto operativo y financiero de la empresa. Por lo general, después de que una empresa deja de cotizar, los nuevos propietarios son mucho más conscientes en lo que respecta al rendimiento de sus inversiones, pero sin la presión pública.
Musk tendría más libertad
Sacar a Twitter de los índices sería también una forma de tener más libertad sobre qué hacer con la empresa. Hay mucho más escrutinio público sobre las empresas que cotizan en la bolsa, no solo por parte de los accionistas y de los reguladores, sino también de los medios de comunicación en general.
Una potencial privatización elimina la posibilidad de que Twitter esté bajo el foco y que tenga que responder frente a los accionistas si realiza grandes cambios en su línea de negocio. Musk ya ha planteado por ejemplo la idea de eliminar cierta censura y moderación en la red, así como su intención de depender menos de la publicidad, que es la principal forma de ganar dinero de Twitter.
Otra ventaja es que una empresa privada no necesita preocuparse por las caídas a corto plazo del precio de sus acciones. Así que, además de ser un usuario asiduo y fiel de la red social, si la operación se hubiera concretado Musk iba a tener el poder de decidir el destino de sus accionistas. Por ahora al menos, Twitter continúa siendo pública.