Día a día, son más las startups que están naciendo en todo el mundo para cubrir una necesidad existente en el mercado. Algunas pueden tener un éxito meteórico y transformarse en unicornios, otras, pueden subsistir en el largo plazo con un crecimiento más lento. Sin embargo, la gran mayoría de ellas, 1 de cada 3, según estudios globales, puede fracasar y dejar de existir a los pocos años por la falta de inversión en etapa temprana.
La razón es que una startups es per sé una empresa de alto riesgo. No podemos saber en sus fases iniciales sí le irá bien o no. Muchas veces las ideas son innovadoras, disruptivas y únicas, pero se necesita mucho más que eso para que éstas se concreten y generen valor en el tiempo. Lo primero y fundamental es el financiamiento para que el negocio pueda desarrollarse, y aquí el acceso a la inversión ángel en una primera etapa, y al venture capital en una etapa posterior.
Lo que hace el venture capital es entregar recursos económicos a nuevas empresas que no tienen un historial que muestre certezas sobre su rendimiento futuro. El negocio de los venture capital es a largo plazo, ya que esperan obtener rentabilidad a partir del desempeño de estas startups en 5 o 10 años más, sabiendo siempre que no todas las empresas que componen su portafolio lograrán el objetivo.
Además, y tal como ocurre en las inversiones personales, es importante diversificar los fondos y no enfocarse en un único posible “ganador”. Así se fomenta también la diversidad y la entrada de más actores en la industria.
Esta estrategia es la que ha convertido a la aceleradora de negocios “Y Combinator” en una de las más reconocidas a nivel mundial, ya que ellos no predicen cuál fundador de startup va a destacar por sobre el resto, sino que cuentan con un portafolio amplio de empresas, le otorgan financiamiento cada una de ellas durante un periodo de tiempo específico y luego evalúan cuáles merecen seguir en el fondo.
Estado de inversión en etapa temprana
De acuerdo el estudio elaborado por Cuantico VC, plataforma de inversión enfocada en mapear e impulsar empresas emergentes de la región, denominado: “Estado de la Industria VC en Latinoamérica en 2023”, la suma de captación de capital en 2022 fue de US$8 mil 300 millones, sin embargo, en 2021, las startups en la región lograron recaudar una cifra récord de US$19 mil 500 millones.
Lo anterior se debe a que el 2022 fue el segundo mejor años de la historia en inversión venture capital en Latinoamérica. En el sector de emprendimientos, las compañías en etapa temprana o seed son las que han visto mayor solidez, pese de la reducción en capital invertido en etapas más tardías.
Para Santiago Rojas, Cofundador y Managing Director de Cube Ventures, la vista de inversionistas extranjeros para empresas emergentes en Latinoamérica debe ser positiva.
“Existe el pensamiento universal de que las economías más grandes son Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Reino Unido. Sin embargo, si tenemos en cuenta a los 660 millones de habitantes de nuestro continente, los US$5.1 trillones de dólares de Producto Interno Bruto, en América Latina somos la tercera economía más grande del mundo, por encima de Japón”, afirmó.
El ejecutivo también destaca que “en la región representamos una oportunidad única de inversión en Venture Capital, considerando las tasas de crecimiento de nuestra economía digital, que supera los dos dígitos anuales; el nivel de urbanización de nuestra población, el cual es porcentualmente mayor que la de Estados Unidos, y nuestro PIB per cápita en crecimiento, cuatro veces más grandes que el del sur asiático”, explicó.
¿Qué son los inversionistas ángeles?
Gracias a este tipo de inversionistas, los emprendedores pueden iniciar sus negocios. Se llama inversionistas ángeles a personas o entidades con experiencia en los negocios que están interesadas en promover la iniciativa empresarial y participar en un buen negocio.
Su forma de trabajo consiste en aportar capital en empresas en etapa de formación o consolidación justamente durante la etapa de organización y, si se da el caso, ofrecer su experiencia en los negocios para apoyar a quienes están liderando los proyectos que están financiando y de allí su nombre de «ángeles».
La diferencia con los inversionistas de riesgo está en que los «ángeles» utilizan fondos propios y no de terceros, para concretar estas inversiones. Además, normalmente llegan a las empresas en las que invierten a través de contactos directos. Adicionalmente, su decisión de participar se define por los planes de negocio de las nacientes empresas.