Tres claves para acercar los fondos de pensiones al venture capital en Latinoamérica

Estados Unidos es el caso emblemático de cómo un cambio regulatorio impulsó la entrada masiva de recursos al capital de riesgo, dando origen a la mayor industria tecnológica del mundo. Hasta la década de 1970, los fondos de pensiones, regulados por la ley ERISA, tenían restricciones para invertir en activos de riesgo. Esto cambió en 1979 con la enmienda al “prudent man rule”, que permitió destinar hasta un 10% de los portafolios a venture capital, liberando miles de millones hacia fondos emergentes.

Las consecuencias fueron rápidas: en los años 80, los fondos de pensiones se convirtieron en la principal fuente de financiamiento para el venture capital en EE. UU., aportando más del 50% del capital comprometido al cierre de esa década.Este flujo permitió la creación del ecosistema de Silicon Valley, financiando a miles de startups.

Estudios como los de Gompers y Lerner (1999) y Gornall y Strebulaev (2020) destacan que, tras la reforma, EE. UU. duplicó la creación de startups globales frente al promedio del G7 y que este cambio regulatorio estuvo detrás del éxito de al menos 63 de las 300 empresas más valiosas del país como Apple, Google, Meta, Amazon y Nvidia. El capital de pensiones no solo fue la base de la industria VC, sino que facilitó el surgimiento de gigantes tecnológicos que hoy generan miles de empleos y alto valor económico.

Ahora bien ¿Cómo impulsar y fortalecer las relaciones entre dos actores que han buscado generar vínculos y que por alguna u otra razón no lo han logrado? Los fondos de pensiones quieren diversificarse y obtener buenos retornos en el largo plazo y los VCs quieren obtener capital paciente que sobre todo permita satisfacer las demandas de las startups en etapa avanzada.

En América Latina, hablamos mucho de innovación, de startups, de unicorns… pero seguimos dependiendo del capital extranjero para financiar los proyectos que pueden transformar la región. Y mientras tanto, hay miles de millones de dólares dormidos en los fondos de pensiones, atrapados en inversiones tradicionales, lejos del motor real de crecimiento: la economía del conocimiento.

La pregunta es incómoda, pero necesaria: ¿por qué el ahorro de los trabajadores de América Latina no está ayudando a construir las empresas del futuro y las fuentes de empleo de nuestras próximas generaciones?

La buena noticia es que todo esto no es una utopía. Existen caminos concretos para acercar esos recursos al mundo del emprendimiento, sin poner en riesgo el ahorro previsional y con modelos que ya han sido probados en otros mercados.

1. Vehículos estructurados: el puente más obvio que no hemos cruzado

Nadie pide que los fondos de pensiones inviertan directo en Startups. Ese no es su juego. Pero sí pueden hacerlo a través de vehículos especializados —fondos de fondos, CKDs, CERPIs— que permiten diversificar el riesgo y aprovechar la experiencia de los mejores gestores.

México ya lo hace: las Afores participan en capital privado mediante estos instrumentos, con reglas claras y límites bien definidos. Chile también abrió la puerta a los fondos alternativos con la Ley Única de Fondos (2014) y especialmente la Ley de Impulso a la Productividad (2016), que habilitaron a las AFP a destinar hasta un 15% de su cartera a activos alternativos. La pregunta es: ¿por qué no replicar estos modelos en el resto de la región?

2. Coinversión: si ya hay expertos haciendo el trabajo, ¿por qué no sumarse?

Otra opción es que las pensiones entren como co-inversionistas en proyectos específicos, acompañando a los fondos de VC en rondas de Late Stage seleccionadas. Esto ya se ha hecho en Brasil con el programa INOVAR el cual permitió que, para 2011, once fondos de pensión brasileños —incluidos los cinco más grandes— participaran como socios estratégicos en el financiamiento de startups. Durante su primera década, INOVAR co-invirtió en 24 fondos de venture capital nacionales, movilizando más de US$2.000 millones.

No se trata de reinventar la rueda, sino de sumarse a quienes ya tienen la experiencia, el deal flow y las capacidades de análisis. Es la manera más lógica de aprender, participar y contribuir sin tener que empezar desde cero.

3. Mercados secundarios: porque también hay que saber llegar a tiempo

Hoy, si un fondo de pensiones quiere participar en venture capital, suele tener que estar desde el principio. Pero, ¿qué pasa si quiere entrar después, cuando los riesgos están más claros? Para eso existen los mercados secundarios, donde se pueden comprar participaciones en fondos ya activos.

En Estados Unidos esto es parte del juego. En Latinoamérica, ni siquiera hemos puesto las bases para hacerlo posible. Crear plataformas regionales para estas transacciones —respaldadas por bancos de desarrollo— sería un paso tan lógico como urgente.

El dinero está ahí, lo que falta es decisión

Cada vez que decimos que faltan recursos para las startups en América Latina, deberíamos mirar primero hacia adentro. Los fondos de pensiones administran miles de millones de dólares que, bien canalizados, podrían ser el combustible para la próxima generación de empresas innovadoras en la región.

No es un problema de falta de capital. Es un problema de diseño, de regulación, y sobre todo, de voluntad. Si queremos que las startups de Latinoamérica no solo nazcan, sino también crezcan y conquisten el mundo, es hora de dejar de hablar de la oportunidad y empezar a construir los puentes que permitan que el dinero de todos también sea parte de esa historia.

Recuperado del sitio web de Forbes.

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