Por: Nicolás Villa, CEO de Platam
Solo el 8 % de las empresas en América Latina logra crecer. Es un dato crudo y alarmante, que refleja una verdad incómoda: para millones de micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes), escalar no es una posibilidad real, sino un privilegio reservado a unas pocas.
La razón principal no es la falta de talento, de ambición ni de oportunidades comerciales. Es mucho más básica: la falta de acceso a capital de trabajo. En otras palabras, vender no es el problema. El problema es financiar la operación. Y esa dificultad, repetida una y otra vez en la región, explica por qué tantas empresas mueren antes de cumplir cinco años o simplemente se estancan.
La región enfrenta una brecha de financiamiento que supera los 1,2 billones de dólares. Aunque se ha avanzado en atender a empresas medianas y grandes, las MiPymes, especialmente las más pequeñas, siguen quedando fuera del radar. ¿Por qué? Porque desde una lógica puramente financiera, no “cuadran las cuentas”.
El tamaño de sus operaciones implica montos de crédito reducidos, que generan menos ingresos por cliente. A eso se suman los altos costos fijos y variables de otorgar un préstamo: análisis de riesgo, formalización, monitoreo, cumplimiento regulatorio. Y si se agregan las restricciones normativas, tasas tope y provisiones obligatorias, el modelo tradicional simplemente no da. No es rentable prestarles, al menos no con las herramientas convencionales.
Ahí es donde entra la tecnología, en particular, la Inteligencia Artificial. No solo permite reducir drásticamente los costos operativos, sino que reconfigura por completo la manera en que se entiende, mide y gestiona el riesgo. Herramientas como análisis de datos transaccionales, fuentes alternativas, información tributaria en tiempo real o estructuras de datos abiertas vía Open Finance, están permitiendo construir un nuevo tipo de infraestructura crediticia: una que hace viable lo que antes parecía inviable.
Ya no se trata solo de sustituir al analista con un algoritmo. Se trata de crear modelos que aprendan, que segmenten, que predigan comportamiento financiero, y que, sobre todo, operen a gran velocidad y con costos marginales mínimos. La IA se convierte así en una palanca de velocidad, eficiencia y precisión, que permite tomar decisiones de crédito con más inteligencia, más agilidad y menos fricción.
En nuestro caso, por ejemplo, combinamos herramientas como Vertex AI con modelos propios para anticipar morosidad, segmentar riesgos y ajustar estrategias de cobranza de forma dinámica. Esto nos permite atender a cientos de empresas con estructuras operativas livianas, sin sacrificar calidad ni control. Más aún: permite acompañar a nuestros clientes, no castigarlos por su falta de historial.
Y lo más interesante es que la salud financiera de una empresa ya no se define únicamente por su pasado bancario, sino por su comportamiento real: ventas, rotación de inventario, recurrencia de ingresos, relación con proveedores. Todo eso se puede modelar, y eso amplía drásticamente el acceso.
Cuando dar un crédito deja de ser costoso, se vuelve factible hacerlo con mayor frecuencia, a más empresas, y con condiciones más justas. La inclusión financiera ya no es solo un discurso, sino un modelo operativo viable. Pero lograrlo exige rediseñar la arquitectura del sistema financiero.
En ese rediseño, las fintech no son una amenaza para los bancos. Todo lo contrario: somos aliados estratégicos. A través de vehículos de inversión con deuda estructurada, líneas de fondeo especializadas o esquemas de riesgo compartido, las fintech pueden canalizar eficientemente el capital institucional hacia las Mipymes que más lo necesitan. Mientras los bancos conservan su rol como custodios de ahorro y gestores prudentes del riesgo, las fintech aportan agilidad, tecnología y cercanía al cliente. El futuro no es uno contra otro. Es un ecosistema colaborativo.
El reto, entonces, no es solo prestar más. Es hacerlo mejor. Con inteligencia, con tecnología, y con un diseño centrado en quienes históricamente han sido excluidos. Porque si el crédito se transforma, la economía también.