Sin minimizar el riesgo de estar hiperinformados y sufrir una sobrecarga extrema de información, es un hecho que el mundo de los datos ha cambiado. Para mal en muchos sentidos, pero para bien en otros tantos. La tecnología es un arma de doble filo, pero como cualquier arma, no es más que un objeto inanimado, su fuerza o impacto residen en cómo y quién la utiliza.
No podemos negar el impacto negativo de las redes sociales, del que múltiples estudios dan fé, subrayando el fuerte vínculo entre su uso intensivo y un mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad, e incluso pensamientos suicidas. Pero, debo reconocer que las redes sociales también son capaces de promover experiencias positivas. De la misma forma que puede hacerlo la tecnología de la información en general, como las apps o las distintas plataformas que existen.
El rol de estas tecnologías está demostrando un gran valor a medida que se desarrolla la guerra en Ucrania. Mientras no se logre un alto al fuego, numerosas personas seguirán haciendo uso de estos medios para denunciar violaciones a los tratados y convenciones bélicas, sobre todo en el uso de armamento prohibido, o bien para reportar el devenir del conflicto en el día a día. En ocasiones, ese trabajo es de mucha mayor calidad que el de numerosos medios tradicionales.
El ejemplo de Bellingcat
Uno de los modelos a seguir en el esfuerzo por evidenciar el mal en el mundo ha sido Eliot Higgins, pionero en el uso de fuentes abiertas para investigaciones. Higgins es el fundador de Bellingcat, un grupo de periodismo de investigación con sede en los Países Bajos que se especializa en la verificación de hechos a través de fuentes abiertas, es decir, de todo aquello que está disponible en las redes y apps que usamos a diario.
En este universo Higgins puede presumir ya de un currículum estelar: descubrió el uso de armas biológicas durante la guerra de Siria, e identificó a espías rusos en varios países, utilizando única y exclusivamente fuentes abiertas. Simplemente genial. Lo que también es genial es el hecho de que hoy cualquier hijo de vecino con una conexión puede seguir la estela de este investigador, e involucrarse en un conflicto tan lejano como “ajeno” a nuestra realidad cotidiana.
Es justo eso lo que está sucediendo. Y no solo se trata de Bellingcat. De hecho, esta clase de investigadores han existido al margen de los conflictos desde al menos el año 2012, pero actualmente operan en ciudades de todo el mundo y desde todos los rincones, realizando públicamente y con gran calidad, el tipo de trabajo que las agencias de inteligencia hacen a puerta cerrada.
Los datos inadvertidos son poderosos
A través de la continua innovación en sus estructuras, las tecnologías existentes, incluidas las redes sociales, los motores de búsqueda, las apps de posicionamiento global, las cookies, y los metadatos, no solo van a ser buenos para vendernos más basura. Ya están sirviendo cada vez más para extraer inteligencia de la gran cantidad de información inadvertida que está disponible en internet para ser usada con fines humanitarios.
La investigación de fuentes abiertas brinda a los analistas y planificadores novatos una mejor comprensión de cómo las organizaciones, los países, o los individuos adversarios en un conflicto piensan y actúan, y lo hace a través del análisis de imágenes, videos, o datos dispersos por la red.
Estoy de acuerdo con varios de los argumentos de alguien como Jaron Lanier (uno de los fundadores del campo de la realidad virtual), respecto a sus suspicacias con relación al uso que damos a la tecnología y al internet en la actualidad. Pero el juicio a la transformación tecnológica aún no ha concluido, y el veredicto todavía puede resultar favorable si utilizamos estas increíbles herramientas para el bien, en lugar de utilizarlas únicamente para evadir nuestra realidad.