Desde que existen los impuestos, la gente ha estado en contra de pagarlos.
Si definimos un impuesto como una “carga no productiva sobre nuestras actividades”, entonces tiene sentido. Y el pago no tiene que ser al gobierno para que sea un impuesto.
¿Pagar la factura de la luz es un impuesto? A la mayoría de las personas no les importa pagar por la electricidad, porque hace que sus vidas sean más seguras y felices, y les ayuda a hacer su trabajo con una productividad mucho mayor.
Entonces el pago no es lo que hace que algo sea un impuesto, es la parte no productiva.
Con la llegada de los sistemas industriales, los impuestos son generalmente aceptados porque las transacciones que ofrecen son muy productivas. Cuando Walmart llega a una ciudad, todos obtienen un aumento a corto plazo, porque el costo de comprar las cosas que queremos y necesitamos se reduce. Cuando una nueva tecnología o sistema ofrece ahorrar tiempo y dinero a las personas a corto plazo, a menudo se acepta porque es una elección libre y productiva.
Pero entonces las reglas comienzan a cambiar.
Los monopolios son un impuesto. Limitan la elección y elevan los precios. Como resultado, pagamos “impuestos” regularmente por cosas como banda ancha y repuestos porque no hay más opciones.
La pérdida de mercados vibrantes es un impuesto. Cuando las empresas locales dan un vuelco, se pierden puestos de trabajo, se reducen las opciones y se desvanece la esencia de una comunidad.
El cabildeo es un impuesto. A medida que las grandes entidades industriales invierten dinero para capturar el control del gobierno, cada uno de nosotros paga por esto aunque solo beneficie a los cabilderos.
Las subvenciones y los derechos son un impuesto. El año pasado, los estadounidenses gastaron 50 mil millones de dólares subsidiando la industria de la carne vacuna. Las restricciones al comercio no son llamadas impuestos, pero lo son.
El tráfico es un impuesto. El tiempo que pasamos esperando un tren o sentados en el tráfico es tiempo que no recuperamos, y las inversiones no realizadas en infraestructura de transporte público nos cuestan mucho más que las que sí hacemos.
La falta de sistemas de salud pública es un impuesto. La incapacidad de encontrar agua limpia o la perspectiva de enfermarse a menudo es un costo real.
Y el cambio climático es un impuesto inminente y furtivo. El dinero y la pérdida de productividad que ya nos cuesta, y las cantidades extraordinarias que nos costará son cargas improductivas para alcanzar nuestras metas y vivir nuestras vidas.
No hay impuestos gubernamentales en una isla desierta abandonada. Pero es casi imposible imaginar vivir o trabajar allí.
Publicado en Seth’s Blog el 24.05.2022