Generadores de texto con IA = ¿Periodistas en extinción?

El desarrollo de tecnologías de inteligencia artificial (IA) se ha vuelto cada vez más sofisticado en los últimos años. Las computadoras con mayor poder de procesamiento han ido adquiriendo amplios repertorios, dominando distintas áreas del conocimiento, y logrando masterizar distintas capacidades.

Ya es conocido desde hace algún tiempo que GPT-3, un sistema desarrollado por OpenAI basado en el aprendizaje automático, tiene la capacidad de escribir distintos tipos de géneros de texto con una gran semejanza a la de cualquier trabajo realizado por un humano.

Si bien con algunos matices, el sistema es tan bueno que se ha hecho popular por escribir artículos o recetas en prestigiosas revistas como The New Yorker. Y lo que es más, ya hasta ha escrito un artículo científico sobre sí mismo. 

Este procedimiento fue descrito en un editorial publicado en Scientific American por Almira Osmanovic Thunström. En otros ejemplos publicados en internet, el “robot” también ha logrado generar textos como poemas, predicciones del horóscopo, reseñas de arte, chistes, capítulos de series, o comandos de programación.

La pregunta del millón ahora es, ¿pueden estos sistemas ser utilizados para generar fake news o incluso acabar con el periodismo que realizan los seres humanos?

El periodismo objetivo y el oficio del periodista ante el auge de la IA

El GPT-3 crea textos usando una enorme base de datos para predecir qué palabras pueden complementar una oración inicial, generando una secuencia plausible. Uno de los posibles aspectos negativos de esa capacidad es que puede ser utilizada por ejemplo para alimentar cuentas falsas de redes sociales con contenido político generado automáticamente. 

En varias elecciones recientes en todo el mundo el uso de bots en campañas electorales fue motivo de gran controversia. Esta arma política se ha convertido en uno de los principales objetivos de los proyectos de ley de noticias falsas que actualmente se encuentran en trámite en los parlamentos de algunos de los países más conscientes ante esta situación.

Que quede claro, como siempre el problema de raíz nunca está en la tecnología en sí, sino en la intención del creador del contenido. Estos problemas serán independientes de GPT-3 u otras inteligencias como esta que vayan surgiendo en los próximos años.

Esto es un hecho irrefutable, ya que aunque son capaces de generar textos con gran riqueza semántica, GPT-3 u otras de su clase no tienen aún la capacidad de razonar de forma abstracta. Si se enfrentan a una pregunta para la cual su base de datos no tenga resultados, no podrán encontrar una solución propia ni generar ninguna clase de texto. 

Tampoco pueden actuar proactivamente, así que siempre jugará un rol especial en su uso el factor humano. En lo que al oficio del periodista se refiere, la IA no se está haciendo cargo del trabajo de los periodistas, pero las salas de redacción deben comenzar a adaptarse a estas nuevas tecnologías, y aceptar que la forma en que se producen y consumen las noticias está cambiando.

El viejo oficio está a salvo por ahora, dado que el periodismo se enfrenta a una serie de desafíos más inmediatos, como la apatía y la antipatía de las audiencias, la competencia por la atención con las redes sociales u otros formatos de entretenimiento, o la omnipresente persecución política.

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