No es más productivo el que “trabaja” más

Quizá te suene el término “Gran Dimisión”, un concepto acuñado en los Estados Unidos pero que describe un fenómeno que no es exclusivo de ese país. La Gran Dimisión es una tendencia económica en la que los estadounidenses renunciaron a sus trabajos a un ritmo récord durante la segunda mitad de 2021 en adelante. Esta propensión también se ha visto en otros países desde entonces. 

Parece ser la consecuencia del hartazgo hacia el ritmo de la vida laboral que imperaba antes de la pandemia. Al verse confinada en casa, mucha gente se dio cuenta que estaba bastante cerca del límite, y que daba demasiado de sí a su trabajo sin recibir lo mismo a cambio. 

En ese contexto el fenómeno encaja plenamente con las preguntas que se hace el historiador holándes Rutger Bregman en su libro “Utopía para realistas” respecto a ¿por qué somos hoy más infelices que nunca si tenemos acceso a más riqueza y bienestar del que jamás haya gozado otra generación? O, ¿por qué somos cada día más obesos, improductivos, o corruptos en el marco de nuestros trabajos?

Para Bregman la respuesta a estas preguntas está en los objetivos que nos hemos trazado como sociedad. De golpe propone tres soluciones sociales concretas que respalda con datos: 

  • Una renta básica universal.
  • La reducción drástica de la jornada laboral a 15 horas semanales.
  • Y, la apertura de las fronteras nacionales para permitir la libre circulación de personas. 

Con relación a su segunda propuesta la pandemia nos mostró que el bien más preciado del que disponemos junto a la salud es el tiempo. Tiempo para hacer cosas productivas. Nos enseñó también que trabajar no debería ser lo único en nuestra hoja de ruta, sin importar cuantas opiniones “mainstream” nos digan que el éxito equivale a cuánto trabajas o dónde lo haces. Hay que reflexionar en que “trabajar” no es necesariamente lo mismo a ser productivo. 

A pesar del vínculo bien documentado entre el exceso de trabajo y el estrés, los empleados de casi todo el mundo continúan trabajando muchísimas horas. En ocasiones lo hacen incluso de forma voluntaria, aún cuando física y mentalmente están al borde del colapso. 

“Tenemos la concepción de que el éxito nace del sacrificio y del trabajo duro, y hay personas que erróneamente piensan que para conseguir el éxito profesional deben anteponer el trabajo a todo lo demás y, por tanto, no disfrutar de sus vacaciones”, ha opinado sobre el tema Eva Porto, la psicóloga especializada en Recursos Humanos más popular de TikTok e Instagram.

Con ella coincide Alejandra Nuño, socióloga y experta en crecimiento empresarial, quien opina que “las empresas que fomenten esa cultura no están mirando al nuevo diálogo empresarial ni al nuevo paradigma productivo, por lo que más pronto que tarde, dejarán de ser relevantes”. Ojalá que así sea. 

Bregman cuenta que el economista británico John Maynard Keynes pensaba que para 2030 estaríamos trabajando solo 15 horas a la semana, dado el avance irrefrenable de la tecnología, llamada a facilitar nuestras vidas. Esto parece cada vez menos probable.

La tecnología parece más enfocada hoy en someternos a un consumismo extremo que a mejorar nada para el individuo. Keynes no fue el único, ya que más o menos hasta la década de 1970 casi todos los economistas y filósofos creían que en el futuro trabajaríamos cada vez menos.

Trabajar duro se considera hoy una virtud, pero la productividad y horas de trabajo más largas no van de la mano. Varios estudios han demostrado que el trabajar más horas no significa un mayor o mejor producto de nuestro trabajo. Hay que entender que la productividad real depende de cada persona y de su deseo de hacer las cosas bien. 

De igual manera se ha comprobado que estar atornillados a la silla de una oficina no soluciona nada. En ese sentido uno de los súper poderes que tuvo esta pandemia fue demostrar cómo el teletrabajo era una solución posible, y que además constituía la mejor fórmula para el bienestar emocional de los trabajadores. 

Trabajar menos no quiere decir errar sin rumbo

La noción de una semana laboral más corta no está diseñada para proporcionar más tiempo para que te sientes en el sillón a vagar. Está concebida para poder hacer más cosas que sean realmente valiosas para ti, ya sea cuidar a los hijos, realizar trabajo voluntario o freelance, o bien, buscar crecer artística y profesionalmente. Pero para poder dar ese paso necesitamos actualizar nuestra idea de lo que el trabajo es o debería ser. 

Acortar nuestros tiempos laborales ofrecería a las personas la libertad de decidir qué hacer con su vida, al tiempo que proporcionaría un mayor nivel de certidumbre respecto al futuro. Eso no solo aumentará nuestro bienestar, sino que además nos hará apreciar más nuestro propio trabajo, por el simple hecho de sentirnos felices y recargados. 

Por si eso fuera poco, trabajar menos horas reduciría el estrés y los accidentes laborales. Además, está comprobado que los países con semanas laborales más cortas muestran menos desigualdad de ingresos y una mayor igualdad de género.

Llegó el momento de romper los paradigmas laborales, de comprender que el mundo es lo que hagamos de él, y que seremos mejores personas en función de decidir qué hacer con nuestro tiempo libre, y en tanto que hagamos algo mejor con él.

Ya puestos, podremos avanzar en llenar esas horas con acciones por cosas que de verdad importan, como plantear más soluciones al cambio climático o combatir con mejores estrategias la desigualdad que desborda hoy al mundo. 

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