Resentimiento

Vivimos en sociedades cada vez más hostiles, donde prolifera el individualismo, la falta de visión compartida, la estrechez de espíritu y la desconfianza en el otro.

El pasado define, marca y condiciona. Y el presente, a golpe de crisis, frustración y desesperanza, alberga niveles crecientes de rencor limitante que contaminan el porvenir. El resentimiento es fruto de un daño moral, de una ofensa imperdonable, que se instala en lo más profundo. Y eso es difícil de olvidar y alimenta una desazón larvada que no se consuela con el tiempo, ni con el perdón. Un daño que necesita resarcimiento y castigo, y que encuentra en la venganza el calmante que la justicia puede no ofrecer.

Como indica el prefijo re-, es un sentimiento que se repite y del que cuesta liberarse. Puede permanecer latente, oculto, durante largos periodos y aflorar con fuerza cuando surgen nuevos conflictos que lo rescatan. Resulta más fácil buscar argumentos para justificar su permanencia que voluntades firmes para tratar de empatizar, entender las razones y el contexto, y avanzar.

El resentimiento es un fenómeno emocional, una reacción negativa, que el filósofo Max Scheler definió como «autointoxicación psíquica». En su obra El resentimiento en la moral destaca: «En su origen, el resen­timiento es siempre la expresión de algún sentimiento de impotencia, nacido del cho­que del sujeto al asumir, según las formas de su personalidad, tal o cual valor moral (…) si el hombre resentido se aferra a unos valores nuevos, no es nunca por su contenido positivo, sino por la medida en que ellos le permiten em­pequeñecer el antiguo valor que él no ha podido alcanzar. El origen del resentimien­to es en la mayor parte de las ocasiones personal; pero es igualmente posible des­cubrir una especie de resentimiento colec­tivo».

El resentimiento político —o la dimensión colectiva de esta emoción negativa— es muy peligroso en la vida democrática. Las personas que se han sentido humilladas desean revanchas, no acuerdos. Buscan devolver el golpe con fuerza redentora y liberadora. Por eso, en política, cuando se humilla al rival o adversario se está alumbrando una derrota futura. El resentimiento encontrará el momento para resarcirse con un mazazo inesperado, brutal, reparador. Para los resentidos, el tiempo no redime, empeora.

Publicado en: La Vanguardia (15.12.2022)

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