Twitter y el freemium

Estos días, con la llegada de Elon Musk a Twitter y los inminentes cambios que espera introducir en la plataforma, parece difícil escribir de algo que no sea esto, algo que, por otro lado, tiene sentido si pensamos en la repercusión que Twitter tiene como canal de comunicación en la sociedad y en la posibilidad de presenciar en directo cómo una personalidad tan polémica, polarizadora y obviamente exitosa como Musk decide hacer cambios en la compañía.

Lo último que se comenta es la posibilidad de que la compañía se plantee asociar la verificación de las cuentas, el conocido blue badge o estrellita azul, al servicio premium Twitter Blue, lanzado el pasado 3 de junio de 2021, actualmente disponible tan solo en los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, y con un coste de $4.99.

Según varios medios, la idea sería convertir la verificación en un servicio por el que se paga mensualmente, elevar el precio a los $20 mensuales, y asociarlo con el resto de los beneficios que se obtienen de la pertenencia a ese tramo de pago, tales como carpetas para almacenar tweets y otros elementos, la opción de Undo para editar tweets, un Reader Mode para leer más fácilmente elementos como los hilos, iconos y temas configurables por el usuario, etc.

La verificación de Twitter ha sido históricamente un servicio que la compañía ofrecía a usuarios con un determinado nivel de actividad o que podían ser fácilmente objeto de suplantación. Originalmente, fue la compañía la que lo ofreció a determinados usuarios – en mi caso, el 17 de agosto de 2012, mediante un mensaje de correo electrónico que me permitió configurarlo de forma inmediata – para posteriormente pasar a un sistema de solicitud que la compañía podía aprobar o denegar. Ese proceso se detuvo tras un cierto tiempo cuando la compañía afirmó que pretendía revisarlo, de manera que asociarlo a Twitter Blue se plantearía como una continuación de ese movimiento.

El planteamiento de servicios en modo freemium se encuadra en la necesidad de la compañía de obtener ingresos con los que acometer su redefinición: tras convertirla en privada para poder llevar a cabo todas las modificaciones que estime oportunas sin depender de sus posibles impactos en la cotización, la idea de Elon Musk parece ser, ante todo, limpiar la red de cuentas falsas, muchas de ellas creadas en factorías dedicadas expresamente a ello, y construir una correspondencia entre identidades reales y cuentas, algo muy complejo si se tienen en cuenta cuestiones como la necesidad de anonimato en determinados países o entornos, y la posibilidad de demandar responsabilidades a quien utilice su cuenta con fines ilegales o abusivos. Y si entramos ya en la posibilidad de transformar Twitter en uno de los primeros servicios que aprovechen el poder de la criptografía y la Web3, hay todavía más conceptos que explorar y con los que ilusionarse.

¿Cómo sería una Twitter en la que determinadas acciones claramente definidas tuviesen como resultado la pérdida de la cuenta, y la dificultad para obtener otra? ¿Qué ocurriría si en lugar de una plataforma llena de trolls, de odio, de falsedad, de amenazas, de acoso y de patrones no genuinos, tuviésemos un servicio razonablemente confiable, que responde a unos patrones de comportamiento similares a los que la sociedad considera aceptables, y en el que nos comportamos de manera cívica, como lo hacemos en otros foros sociales?

A partir de esa limpieza, que paradójicamente no podía llevarse a cabo cuando la compañía era pública debido a que los analistas, estúpidamente, penalizaban el descenso en número de cuentas aún cuando las cuentas eliminadas era falsas (algo que Twitter pudo comprobar dolorosamente en varias ocasiones anteriores), la idea de Musk parece ser ir dotando a la plataforma de múltiples funcionalidades, que justificarían su estructura en modo freemium: un nivel de servicio básico para leer y escribir tweets sin más, y otro premium que daría acceso a la verificación y a servicios adicionales, que pueden ir desde simplemente un servicio al cliente de calidad (uno de los grandes problemas de la Twitter pre-Musk) y algunos detalles como la edición de tweets, etc., hasta ofrecer servicios financieros en asociación con la Block de su amigo Jack Dorsey, de curación y selección algorítmica de contenido, de alertas personalizadas, o de muchos otros tipos.

¿Son veinte dólares una cantidad arbitraria? No, se trata de separar a los usuarios casuales de Twitter de aquellos que realmente extraen un valor elevado de la red, y por tanto, están dispuestos a pagar por ello. Para quien simplemente utiliza Twitter para leer y escribir un tweet de vez en cuando, veinte dólares son una cantidad absurda. Pero para quienes Twitter es una herramienta profesional, que utilizan para captar negocio, comunicarse con sus clientes, generar noticias o entender el mercado, el precio puede ser más que razonable, sobre todo si se dota a la plataforma de herramientas analíticas potentes.

¿Puede Elon Musk aspirar a convertir Twitter en una compañía rentable mediante este tipo de servicios? La respuesta es completamente impredecible, porque a la ya histórica dificultad de Twitter para alcanzar la rentabilidad, se une ahora el fuerte apalancamiento financiero de la compra, pero todo va a depender del valor que consiga generar en sus usuarios y de cuánto – y cuántos – estén dispuestos a pagar por ello. Pensar en compañías y figuras conocidas renunciando a su cuenta de Twitter por no pagar veinte dólares al mes es seguramente tan absurdo como imaginar a un usuario medio que simplemente usa la plataforma para leer y escribir algún tweet ocasional planteándose hacerlo, y obviamente, todo dependerá de los servicios que se vayan asociando a ello.

¿Qué pretende Musk con Twitter? Tomar un servicio que le ha generado históricamente muchísimo valor, y convertirlo en una compañía bien gestionada y potencialmente rentable, al tiempo que incrementa su propuesta de valor. ¿Es posible cuadrar ese círculo? Sin duda, parece un desafío difícil. Pero… ¿era posible construir una compañía de exploración aeroespacial de la nada y convertirla en líder de ese mercado, y en el proveedor escogido por la NASA para sus misiones espaciales? ¿Era posible crear una compañía de vehículos eléctricos que obligase al resto de la industria a acelerar drásticamente su transición a la descarbonización? Si de algo ha sido capaz Musk hasta ahora es de demostrar que le gustan los desafíos.

Publicado en enriquedans.com (31.10.2022)

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