Elon Musk como factor diferencial

En las nubes debe estar Elon Musk con el resultado de la votación entre los accionistas de Tesla que, con nada menos que un aplastante 77%, se ratifica en la concesión del mareante bonus de 56,000 millones de dólares en acciones de la compañía.

La votación anterior, que había mostrado un apoyo del 73% a esa misma propuesta, había sido invalidada por un juzgado de lo mercantil en Delaware, donde la compañía está constituida, por considerarlo una compensación excesiva, pero ante ello, la respuesta de Musk fue simplemente proponer que la compañía abandone Delaware, se radique en Texas, y vuelva a llevar a cabo la votación que le ha dado la razón de manera todavía más clara. Eso no significa necesariamente que Musk vaya a recibir sus acciones, porque el caso permanece bajo la jurisdicción de Delaware donde fue inicialmente abierto, pero sí que lo tiene más fácil que antes de la segunda votación.

Evidentemente, los accionistas de Tesla, en aplastante mayoría, están dispuestos a dar a Elon Musk absolutamente lo que pida, por desmesurado que parezca y por mucho que infrinja la ley de la gravedad. Y eso, claramente, merece una reflexión. En primer lugar, porque hablamos de una persona que ha conseguido que sus accionistas acepten que haga de la compañía lo que él quiera, que la convierta en su fábrica de sueños, sea lo que sea. Y en segundo, porque esos mismos accionistas tendrán muy pocos sitios a donde ir si las cosas van mal – y de hecho, a lo largo de este año y en términos de valoración de la compañía, no han ido muy bien.

Intentar explicar este tipo de cosas en términos de religión o de fanatismo me parece que tiene muy escaso recorrido. En realidad, hablamos de una persona con un liderazgo personalísimo y característico, que ha demostrado ser capaz de prácticamente cualquier cosa con principios de gestión muy específicos que aplica de manera rigurosa, y con una visión estratégica que si bien es cualquier cosa menos convencional, ha probado su valor.

¿De qué hablamos entonces? Pues simplemente de una cosa: que Tesla es Musk, y que sin Musk, Tesla deja de ser Tesla, pierde su valor diferencial, y sería simplemente una compañía normal, sin más. Que la estrategia de Tesla que ha conseguido situarla donde está emerge completamente de la cabeza de Elon Musk, y que por tanto, según la visión de la compañía basada en recursos, marco analítico enunciado por el profesor de Dirección Estratégica Jay Barney en 1991 en su paper titulado «Firm resources and sustained competitive advantage«, Musk es precisamente ese recurso estratégico interno único e irrepetible que la compañía es capaz de explotar para obtener una ventaja competitiva sostenible. Y cuando tienes un recurso así que ya ha probado de manera fehaciente su valor, por muchas opiniones que mucha gente – o tú mismo – quieran tener sobre él, lo que no quieres es perderlo.

En este caso, concretamente, hablamos de una visión estratégica que diferencia claramente a Tesla del resto de las compañías, y que además, Elon Musk se encarga de convertir en enormemente ilusionante con planes para nuevos vehículos, pero también con proyectos que nada tienen que ver con la automoción, como el constituido en torno a su robot Optimus. Con visiones grandilocuentes y formuladas de manera provocativa, con plazos descritos en «Elon time» que nunca se cumplen… pero que no son tampoco castillos de humo calentito, sino que terminan cumpliendo especificaciones y convirtiéndose en negocios, habitualmente rutilantes.

Y así se escribe la historia… y en este caso, los cheques.

Columna original de Enrique Dans, publicada en EnriqueDans.com

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